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Arturo Perez Reverte"No creo que muchos diputados hayan leído un solo discurso de Cánovas, Sagasta, Prieto, Azaña, Sagasta o Calvo Sotelo. Desconocen la tradición parlamentaria de la Restauración y de la II República. Estamos en manos de unos políticos que están haciendo una España virtual que no tiene nada que ver con la realidad. Si paras en cualquier taberna de pueblo o cualquier bar de carretera, allí donde haya trabajadores, te das cuenta de un divorcio absoluto. Se han construido una España política sólo para ellos, en la cual medran y se acuchillan, aunque luego se van a comer juntos tras el número parlamentario. Y esto es indignante."

El hombre que destapó el pastel


El hombre que destapó el pastel.

José Luis Peñas grabó durante dos años a Correa y su gente sin perder los nervios. ¿Por qué lo hizo?
ENRIC JULIANA | 01/11/2009 | Actualizada a las 00:45h |
¿Qué sintió el primer día que puso en marcha la grabadora?
–No es fácil explicarlo. Una mezcla de sentimientos. Por un lado, me sentía bien, puesto que creía estar haciendo lo correcto, y por otro, me sentía mal, porque me adentraba en un camino de final incierto. No me arrepiento de haberlo hecho.
José Luis Peñas grabó durante dos años sus conversaciones con el empresario y conseguidor Francisco Correa, con el que mantenía una estrecha amistad. Dos años manejando un discreto mp3. Dos años de espía. Acumuló más de diecisiete horas de jugosa información sobre los negocios que se urdían a la sombra del Partido Popular en Madrid, Valencia y otros punto de España, y cuando creyó que ya era suficiente acudió con el pastel a la Policía. Sin la obstinación del ciudadano Peñas no habría habido caso Gürtel (correa, cinto, cinturón, en alemán) y España no desprendería hoy un pestilente olor a ciénaga. Sin el raro acontecimiento Peñas, los casos de corrupción que se van destapando seguirían pareciendo hechos aislados. Males menores carentes de un relato unificador.

Sentado en el comedor de un chalet de la zona norte de Madrid, José Luis Peñas sería fácil de describir si no le mirasen a los ojos. Hombre robusto, de unos cuarenta y cinco años, esa edad en la que el grosor aún está en condiciones de evitar la morbidez. Pelo bien cortado. Hablar recio, sin mucho deje madrileño y sin signos externos de nerviosismo. Un padre de familia de Majadahonda –capital del reino de las acomodadas clases medias mesetarias– hecho a sí mismo, surgido de abajo. Un puesto de ordenanza en el Ayuntamiento de Madrid, al que ahora ha regresado para protegerse del torbellino (1.500 euros al mes), un título de abogado y una carrera política municipal y sincopada que comenzó con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, el drama que multiplicó las adhesiones al Partido Popular. Activista y organizador de mítines. Concejal enParla y Majadahonda, donde vio nacer la turbo España inmobiliaria. Peñas sabe lo que son los solares a precio de caviar: "Vivimos una auténtica borrachera, que lo estropeó todo". Un hombre que alguna noche de oscuros presagios se ha visto flotando, inerme, en el escaso lecho del Manzanares. Y por ello ha tomado sus precauciones. Quiere que su rostro sea conocido, aun al precio de ser insultado por la calle.

–¿Se siente amenazado?
–Hubo un momento en que llegué a temer por mi vida. Sí, tuve miedo. Intento luchar contra la paranoia y no quiero esconderme.

Esa mezcla de temor y determinación está impresa en su mirada, ora muy atenta, ora huidiza. Sesgo triste. Rastros de insomnio en los párpados. Sobre Peñas y sus motivos para la delación han circulado muchas versiones en Madrid. La más atrevida lo presenta como un colaborador del Centro Nacional de Inteligencia (el servicio secreto tendría antenas en todos los partidos políticos), bien adiestrado para grabar durante dos años a Correa y su gente sin perder los nervios. Quizá todo sea más simple. Quizá Peñas quiso defenderse de algo que le infundía temor. Quizá una voz femenina –a lo largo de la conversación se intuye la presencia de una esposa de carácter fuerte– le ayudó a dar el paso.

–¿Por qué lo hizo?
–En el Ayuntamiento de Madrid conocí a la hoy ex mujer de Correa. Hicimos buena amistad. Al comenzar mis problemas con el Partido Popular de Majadahonda por la venta de unos solares que me enfrentó al alcalde, Correa me aconsejó que crease un nuevo partido local. Quería tener otro instrumento de influencia. Me ayudó. Formé parte de su círculo, hasta que un día vi algo que me sobresaltó. La gente de Correa estaba mostrando un vídeo en el que aparecía un político de la región de Madrid contando dinero. Estaban amenazando a alguien. Aquello me repugnó. Le di muchas vueltas. Mienten quienes dicen que actué por dinero. No he chantajeado a nadie. Yo creía que el asunto lo acabaría llevando un juzgado de Madrid. Hice copias de la grabación y esperé. Hasta que...

–¿Hasta que llegaron los federales?
–Hasta que un día se presentó en mi casa un guardia civil alto y grande como un armario, con un requerimiento de la Audiencia Nacional. El juez Garzón tomaba el mando.